El sonido del mar, las olas, los pájaros que revoloteaban
alrededor de una palmera, la risa de un niño que corría contento por el paseo
con su bicicleta, la discusión del vecino hablando por teléfono, las niñas
jugando a pintarse la cara y hacerse mayor y...escuchaba un sonido
enternecedor, que reconocería en cualquier lugar y momento. Una melodía que
endulzaba al más agrío de todos, que me recogía como una madre a su hijo en su
manta, que conseguía arrancar una sonrisa de la boca al más infeliz...