jueves, 30 de abril de 2015

Inspiración que llena de felicidad.

Primer premio del Concurso de Cartas de Amor; gracias. 

                        Salamanca, 7 de febrero de 2015

Queda apenas un mes para regresar a Granada y no he podido frenar las ganas de escribir una carta y mandarla desde aquí. Hacía tiempo que no cogía papel y bolígrafo y me sentaba en mi escritorio bien entrada la madrugada para escribir cualquier tontería, mientras la luz de la luna penetraba por la ventana. Desde que llegué aquí para empezar mi carrera de literatura, siempre me ha gustado este rincón de la habitación, dónde escribo y al girarme veo algunos de los libros de poesía y prosa que me pude traer conmigo. La primera vez que estuve en este piso fue hace ya 4 años y Ana, la chica que vive conmigo, es genial. Desde el primer momento nos hemos llevado bien, es muy simpática, alegre, inteligente, a veces algo cabezona, pero bueno, eso es algo que tenemos muy en común. Nuestros gustos son distintos, pero eso no me desagrada, ambas hemos aprendido un montón de cosas.
Mi tiempo aquí se acaba y me da miedo dejar tantos buenos ratos pasados en esta ciudad maravillosa. He hecho un millón de fotos, he conocido rincones increíbles, he visitado toda la ciudad y sus bares más escondidos; también me he llenado de música, pues siempre que podemos, Ana y yo nos escapamos a un concierto.
Quizás esta carta te pille por sorpresa, es normal, llevamos más de cuatro años sin hablarnos, pero recuerdo que los últimos días que hablamos nos dijimos, quizás falsamente, que a pesar de todo, cualquier cosa que necesitásemos, nos teníamos el uno al otro. Y bueno, no necesito ayuda, más bien necesito contar toda esta experiencia de mi vida a alguien confidente, alguien que me mire a los ojos cuando hablo, alguien que haya sido una persona especial, y como siempre que me preguntan por una persona especial mi cabeza une el concepto contigo, he pensado que no tenía otra opción; el receptor de esta carta tenías que ser tú.
Hace poco me acordé mucho de ti porque una semana festiva, Ana, unos amigos y yo fuimos a una playa de Galicia y lo pasamos genial. Jugamos al voleibol, dimos paseos por la playa, buceamos por unas zonas marinas preciosas e intentamos hacer windsurf, aunque eso mejor no lo nombro, ¡qué desastres éramos, nos caíamos cada dos segundos!
Bueno, que me voy del tema; todo esto me recordó a ti, porque cuando estábamos juntos hicimos algo parecido, un viaje que siempre tendré en mente y me gustaría repetir. En ese viaje, nuestra relación se afianzó y mi felicidad (supongo que también la tuya) estaba en uno de sus niveles más altos.
Siempre tengo en la mente el tópico literario de Horacio ‘carpe diem’ y por eso en cuanto supe que podía venir aquí, no lo dudé. Tú sin embargo, tuviste que irte a Italia por tus padres, y la verdad, qué suerte tuviste. Allí habrás conocido a mucha gente, habrás aprendido algo de italiano y por supuesto, te habrás empapado de cultura.
Nuestros caminos al igual que se cruzaron, se tuvieron que separar, eso supuso una gran tristeza para un alma solitaria como la mía. Hace poco mi madre me contó que habíais vuelto a Granada, y entre unas cosas y otras, creo que por eso decidí escribir esta carta que espero que entiendas a pesar de tanto tiempo.
He hablado mucho de mi experiencia por Salamanca, pero aunque no lo creas, no sabes las ganas que tengo de verte y que me cuentes cómo te han ido las cosas por Italia.
Como las cartas están para sincerarse, yo lo voy a hacer, y es que desde que no tenemos contacto ni hablamos yo me siento muy perdida. Aunque ha pasado mucho tiempo y cada uno hemos rehecho nuestras vidas, yo sigo teniendo una espinita que quería quitarme. Gracias a esta ciudad y su gente, me he sentido muy querida, pero hay vacíos que no se pueden llenar tan fácilmente. Echo de menos hablar por teléfono, gastarte bromas, los paseos nocturnos, los viajes improvisados, los regalos cualquier día del mes, las risas que hemos compartido y tus visitas sorpresa llenas de besos. Contigo la vida era relativamente fácil, pues las personas siempre necesitan un apoyo moral, da igual que tipo de relación sea, y tú eras ese apoyo incondicional que siempre agradeceré.
No tengo ni idea de cuáles son tus pensamientos ahora, a lo mejor estoy escribiendo mil chorradas y tu ya estás ocupado en otras cosas. Ya sabes que yo siempre he sido, como dice Quevedo, una cobarde con nombre de valiente, y hace unos meses no habría sido capaz de enviarte esta carta, pues la cobardía y el orgullo no lo permitirían. Pero esta ciudad me ha enseñado muchas cosas, y una de ellas es que perder es un riesgo que siempre hay que asumir y no intentarlo es una opción que habría que descartar de primeras. Así que no sé tú, Álvaro, pero a mí me encantaría volver a pasear de tu mano por el paseo de los tristes
                                                   
                                                                                    Nos vemos pronto, Ángela.
P.D: ¿Dónde están los besos que me debes?

domingo, 19 de abril de 2015

La piel se llena de ganas y el destino aún sin llegar.

Mi piel no deja de llenarse de ganas. Ganas de reír, de viajar, de improvisar, de aprender, de crear música en todos los rincones, de leer, de escribir, de recitar versos. Ganas de cruzarme con desconocidos que me regalen sonrisas amables, ganas de gritar por dentro '¡cómo estoy tan buena!' cada vez que me miro al espejo, ganas de tirar complejos al vacío, de desordenar y ordenar el armario probándome todos mis vestidos. Ganas de sorpresas, ganas de ver la silueta que nunca confundiría a mil pasos de donde estoy, ganas de ver(te)-puestas de sol-.
Ganas de enseñar a no jugar con ilusiones, porque son frágiles. Ganas que transformo en sueños que intento algún día despertar y tener entre mis manos.
Estoy en el lado oscuro de la luna, esperando un mensaje del destino para cambiarme a la forma de sonrisa que tiene en su estado creciente y por fin, coger todas las ganas y saltar.

viernes, 10 de abril de 2015

Fugit irreparabile tempus.

He cerrado los ojos y me he encontrado con los tuyos. Lejos. Tan lejos que no se cruzan miradas.
Sólo he conseguido distinguir tu silueta entre el barullo de gente y me he sentido un poco a salvo sabiendo que estás cada vez más cerca.
Te conviertes en poesía cada vez que abro los ojos y te veo entre versos.
Hasta aquí todo bien.
Luego, vuelvo a cerrar los ojos y noto que mi mano está a punto de tocar tu hombro para que te gires y poder cruzar miradas. Entonces se me vuelven a abrir los ojos y te vuelvo a sentir lejos, muy lejos.
Siento que el tiempo se fuga y el destino va a contracorriente. No te encuentro. No consigo encontrarnos.

Entre la brisa y la tormenta.

" 'Se abre el telón de un auditorio. Muchos músicos sentados de forma ordenada con sus instrumentos en las manos. Nervios, sonrisas, ganas de sonar. Entra el director y la gente aplaude a la vez que los músicos se levantan. Cesan los aplausos y los músicos se sientan. El director mira a sus chicos, les da señales con los ojos y todos sonríen al recordar un ensayo duro o ameno. La batuta ya apunta al cielo y todos los músicos se colocan sus instrumentos. Música maestro.'
Existe un sentimiento que, como las cosas especiales en la vida, no tiene nombre porque es imposible calificar y que yo (contra lo imposible) definiría como cuando tienes en la garganta millones de palabras de emoción que no pueden salir, el corazón encogido y los pelos de punta. Me atrevería y de hecho, me atrevo, a ponerle nombre a lo que crea ese sentimiento. Música y poesía. 
Desde un asiento con vistas a un escenario, lo máximo que puedes sentir es expectación, orgullo o alegría. Pero desde un escenario con vistas a millones de ojos que intentas eliminar de tu cabeza, sientes nervios, el corazón a mil, las manos temblorosas y una estabilidad vertiginosa. No es sólo eso, en el fondo de ese corazón palpitante también hay satisfacción por el trabajo bien hecho, las risas compartidas al ensayar y los problemas que han acarreado millones de notas. Es muy humano acabar el momento nervioso de la tarde y salir decepcionado con uno mismo. El error es un amigo del músico (y de todos, claro). Hay días que lo odias y días que lo abrazas para aprender de él. Aprender, perder, aprender, perder, aprender, ganar y volver a ganar. Lo más empinado de este lugar lleno de música es mirar hacia abajo y saber que o subes o subes. La música quizás sea el arte que profundiza y no sale. Siempre deja un recuerdo, da igual que sea el más borroso, se vuelve nítido y vuelve para hacer estremecer. 
'Suena la cadencia final. Los músicos cansados sonríen por el buen sabor de boca. Los espectadores aplauden con gran entusiasmo, han quedado prendidos de la música. Buen trabajo, chicos. Se cierra el telón."

domingo, 5 de abril de 2015

Estamos sentados en el sofá junto a la ventana, esperando con ansia que entre la brisa veraniega que nos haga esta noche más fresca. Son más de las doce, ya tenemos los pijamas puestos y hemos empezado una conversación nostálgica, acordándonos de cuando teníamos nueve años e íbamos de viaje; qué bien lo pasábamos. Tan sólo han pasado unos ocho años, pero eso a nuestra edad nos parece mucho.
La noche empieza a refrescar y cojo una manta, mientras, me cuentas lo bien que te va con esa chica tan estupenda que has conocido. No me extraña, eres un tipo atento, guapo, gracioso; seguro que no te costó mucho conquistarla. De repente se hace el silencio. Me miras y pasa un largo segundo hasta que me preguntas:
-¿Y tú?
-¿Yo qué?
-Con lo guapa y alegre que eres, ¿a quién tienes conquistado ya, eh?-mirada pícara-
Otra vez silencio, pero esta vez es un silencio exterior, pues mi mente acaba de poner en marcha su engranaje. ¿Que a quién tengo conquistado? ¿Yo? Yo a nadie. Siento decepcionar tus expectativas, bichillo, pero yo sigo siendo la niña que cierra los ojos frente al mar y no se deja engañar por ningún chico guapo y gracioso como tú. No es que no me gusten los chicos como tú, es que aún no he encontrado a esa persona que me regale paz y seguridad; la persona que me hable suave y me haga la vida más llevadera. La persona a la que no me importaría enseñar mi pose más ridícula, porque sé que se reirá conmigo. No. Aún no la he encontrado, o quizás sí y él no me ha encontrado a mí. O puede que no nos hayamos cruzado en el momento correcto. No sé. Mientras aparece o no, yo escucho tus historias nocturnas y me invento las mías. Es el papel que me toca, pero no me importa. Las noches así son bonitas y me hacen olvidar por un momento que soy un alma solitaria, nocturna y diurna. Tu compañía durante este pequeño instante me arropa, y no sé por qué, pero eso me hace feliz.